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Tu Microbiota a lo Largo de La Vida

por Floratil | 18 febrero, 2021 | 0 comentarios
Portrait of affectionate family of four in isolation

La Microbiota Intestinal es tan importante y desempeña funciones tan diversas y vitales para nuestro organismo, que incluso de ha propuesto que debería ser considerada como un órgano más del cuerpo humano.

Pareciera impensable que estemos hablando de un órgano que se empieza desarrollar desde que estamos en el útero, se potencializa justo al momento de nacer, madura cuando crecemos y declina cuando envejecemos: Nuestra Microbiota Intestinal se modifica al igual que nosotros lo hacemos con el transcurso de los años.

Anteriormente se creía que mientras estábamos en el útero éramos estériles y no teníamos contacto alguno con bacterias, pero estudios recientes han intentado demostrar que nuestra madre nos transmite microbiota a través de la placenta por un mecanismo llamado “circulación entero-placentaria”.

Sin embargo, el momento en que nacemos – ya sea por parto o cesárea – es crucial para nuestra microbiota, pues es el momento en el que adquirimos una abundante colonización de microorganismos vivos que va a conformar nuestra Microbiota Intestinal. Los bebés que nacen por parto la adquieren al pasar por el conducto vaginal de la madre, y los que nacen por cesárea, generalmente la adquieren en su primer contacto con la piel de la madre.

Es aquí cuando nuestra Microbiota Intestinal comienza a crecer a un ritmo exorbitante: se puede decir que, en cuestión de minutos, los microorganismos que la componen son capaces de crear la siguiente generación y así sucesivamente. Este ritmo es favorecido por la lactancia materna, que promueve la cantidad y diversidad de los microorganismos presentes en la Microbiota Intestinal del recién nacido.

Establecimiento y maduración

Estudios han encontrado que, alrededor de los tres años, nuestra Microbiota Intestinal ya se ha establecido y adaptado a la alimentación conforme evolucionamos en cada etapa de crecimiento.

Cada vez que los bebés integran un nuevo alimento en su dieta, se adquieren nuevos microorganismos encargados de ayudar al sistema digestivo a procesar la ingesta de comida para lo cual no estaba preparado en el pasado.

A diferencia de cuando nacimos, en este periodo la Microbiota Intestinal está integrada por microorganismos provenientes del mundo exterior que nos rodea: los alimentos nuevos, los objetos que nos llevamos a la boca, el contacto con otras personas y hasta con animales. Todo aquello con lo que tenemos contacto antes de los tres años, deja huella en nuestra microbiota y activa el trabajo de los microorganismos nuevos y también de los ya existentes.

A esta edad se puede decir que la Microbiota Intestinal entra en un periodo de establecimiento y maduración, enriqueciéndose tanto en cantidad, como en diversidad. A partir de este momento, la conformación única e individual que adquiere permanecerá intacta durante el resto de nuestra vida, a excepción de los periodos disruptivos, como se verá a continuación.

Adultez: Nuestra Microbiota a prueba

Durante nuestra adolescencia y vida adulta, la Microbiota Intestinal atraviesa por un periodo de maduración y estabilidad que sólo se ve alterada por el efecto negativo de factores externos, como: uso de antibióticos, hábitos alimenticios negativos, estrés emocional, infecciones intestinales, inmunosupresión, y otros.

Esos y otros factores conducen a nuestra Microbiota Intestinal a un estado de afectación y desequilibrio conocido como disbiosis, que, en términos simples, es la falta de armonía en nuestro ecosistema intestinal, que puede estar caracterizado por la pérdida de familias bacterianas benéficas y el crecimiento de otras nocivas.

Por fortuna, estos periodos disruptivos que enfrenta nuestra Microbiota Intestinal pueden mitigarse gracias al consumo de probióticos y prebióticos, que ayudan a recuperar el equilibrio alterado, ayudando a regresar a nuestra microbiota a un estado saludable.

Tercera edad: su envejecimiento

Es un hecho que, al llegar a la tercera edad, los órganos sufren un declive de sus funciones y la Microbiota Intestinal no es la excepción. En este periodo, experimenta una pérdida progresiva de diversidad, dejando al adulto mayor en un estado de vulnerabilidad.

La Microbiota Intestinal pierde capacidad funcional y ahora ya no es capaz de defendernos de la agresión de los microorganismos nocivos con la misma fuerza que antes lo hacía. Pero no sólo el avance de la edad afecta la composición de nuestra microbiota, sino también el consumo de múltiples medicamentos derivado de la presencia de enfermedades crónicas, así como ciertas modificaciones de los hábitos alimenticios y estilo de vida; por ejemplo, el estrés es un factor que puede influir negativamente sobre nuestra microbiota.

Sin embargo, se ha comprobado el efecto benéfico del consumo de probióticos y prebióticos como una intervención positiva en la calidad de vida del adulto mayor, aunado a la adquisición de una dieta saludable y la mejora de otros hábitos.